Esperando al rey -2014- José María Pérez Peridis
Las ruinas sugieren. Entre esos muros sin techumbre que los líquenes colonizan, entre esas esquinas romas; otros, no muy distintos de nosotros, amaron, odiaron, enfermaron, acariciaron…
En su infancia, el autor de esta novela triscó por cada rincón de los restos del convento Santa María la Real, en Aguilar de Campoo. Allí, o desde allí, surgió la idea de un relato como este. José María Pérez Peridis nos lo explica en una nota al final del libro.
Ha palpado el deseo de muchos de los que rozaron aquellas paredes en el siglo XII, alguien que escribiera la novela de sus vidas.
Comparte con César Vallejo que si un hombre pasó por un lugar, lo dejó habitado para siempre. “Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos.”
El género histórico acumula numerosas variantes y la literatura se crece con todas esas bifurcaciones. Después vendrán los variados manejos, que se mueven en un amplio trecho que va desde el manoseo y la manipulación hasta la obra de arte.
Peridis se apoya en la cama de la historia, pero apenas la deshace; está muy lejos de los que convierten el pasado en un calco de la vida presente o en un espectáculo de luces de brillo efímero y sonidos de ruido apagado.
La novela refleja pormenores de un siglo XII, periodo de Reconquista, el territorio norte de la Península dividido en diferentes reinos que vivían enfrentados y luchaban por la hegemonía. El poder religioso del papado comprometido en la alianza de estos reinos para que alcanzaran a sentir el poder musulmán como el único y gran enemigo. Nobles que pretendían manejar a los reyes, buscando su beneficio personal en forma de favores y tierras.
Todo esto significaba la historia con mayúscula, los movimientos de poder institucional. Un mundo preferentemente de hombres.
Las mujeres se mantenían detrás, en la otra historia, casi transparentes, moneda de cambio, como dice uno de los personajes, obligadas a seguir los designios del padre, manejadas por el marido; pero que también sortean las imposiciones y deciden, en algunas ocasiones.
Muchas de esas mujeres de la novela consiguen hasta liberarse de los preceptos de la religión contra el sexo fuera del matrimonio. Algo que se muestra verosímil en esta época, que sabemos que no era tan oscura, donde ante la presencia constante de la muerte, el deseo de placer se adueña de las personas. La larga vecindad con los orientales del sur tiñó luminoso un vivir apesadumbrado por el pecado.
Todo placer es repudiado en nombre de la biblia que dicta no cometer actos impuros, aunque proclame también “no matarás” y eso no se obedezca jamás. Así se queja el que se convrtiría Alfonso VIII de Castilla.
Peridis recorre los caminos del Románico y nos muestra algo que ama, las obras de escultores y canteros; que luchan por sacarle a la piedra todo su espíritu.
Este autor ha optado por alejarse del espectáculo fácil de la fusión palabra y pasado, para intentar una pintura de la época, que en ocasiones carece de vitalidad narrativa.
La trama de la novela abre círculos que se van cerrando según avanzamos en la lectura. El final: ¿Acaso se les olvida algo a los amantes? abrocha los dos mundos que se han ido cruzando, uno más visible -el deber y lo que te imponen- y otro más poderoso –el sentimiento y lo que se desea-.