Pasar al contenido principal
Historias dentro de historias, como paños sobre paños. Cada vez que levantas uno, el regalo del asombro.

Fama -2009- Daniel Kehlmann

¡Una novela sin personaje principal! ¿Comprendes? La composición, las conexiones, el arco narrativo, pero ningún protagonista, ningún héroe que recorra todo el libro»”.

Se trata del nuevo proyecto literario que el afamado escritor Leo Richter plantea alborozado ante Elisabeth, agotada, junto a él esperando un avión que se retrasa.

Con esas tres líneas comienza En peligro, el segundo fragmento de los ocho que componen esta obra (uno está dividido en dos partes).

Leo Richter soporta mal la tediosa espera en las butacas de ese espacio mal dotado. Allá donde se encuentre, en su cabeza constantemente están fluyendo ideas para nuevos afanes creativos. Lo mira todo con ojos de escritura, registra lo que le rodea y succiona, esperando hallar materia para nuevos trabajos.

Esta nueva idea que ha tenido es exactamente la novela que nosotros tenemos entre las manos, porque el personaje novelista concebido por Daniel Kehlmann se convierte en el reflejo del propio escritor alemán.

Fama está compuesta por relatos aparentemente autónomos. Es cierto que se pueden leer individualmente, pero enseguida te das cuenta de que hay pequeños y grandes nudos que van ligando cada propuesta.

Leo Richter sigue observando su entorno, y cerca descubre un grupo de viajeros e imagina una ficción, que antes de despegar los pudieran olvidar en tierra. “«¡Quién sabe lo que podría suceder entonces¡»”.

Aquí se encuentra el origen de otra de las partes del libro Oriente. En él Kehlmann nos regala un sorprendente desenlace para la andanza de Maria Rubinstein, enredada entre sueño y realidad: El gobierno totalitario de un país de Asia Central, necesitado de promoción de sus falsos avances,  programa una visita para periodistas de viaje. Ningún profesional de este campo asiste y al grupo se incorporan personas con otros quehaceres. La protagonista, Maria Rubistein, es una escritora de novela negra, conocida de Leo Richter que ha conseguido endosarle el enojoso compromiso de tal periplo propagadístico. ¿Qué va a ser de Maria cuando el guía se olvide de recogerla el día de la partida? No habla el idioma, olvidó en casa el cargador para su móvil y ahí no hay manera de conseguirlo, no dispone de moneda del país, no hay cajeros, su visa está ya caducada.

Se hallaban esperando un vuelo que se demoraba porque el prepotente Richter había aceptado “por puro capricho” dar unas conferencias por América Central. Un individuo fastidioso y algo altanero, pero con todo el atractivo que se les supone a los autores famosos. A Elisabeth no le había costado nada aceptar su propuesta de acompañarle. Se habían conocido solo unas pocas semanas antes.

Daniel Kehlmann ha creado en Leo Richter un autor “de complejos relatos, llenos de reflejos de espejo y giros inesperados, de un virtuosismo ligeramente estéril.” Se diría que con estas palabras se está describiendo a sí mismo, porque Fama responde a ese perfil de escrito.

En uno de sus aspectos la novela recoge el proceso creativo y constantemente nos movemos entre las producciones de Kehlmann y de su personaje Richter. Saltamos de un lado al otro del espejo, como también sugiere la portada de la obra.

El primero de los elementos que vemos repetirse son esos libros de autoayuda de Miguel Auristos Blanco,a la venta en el kiosco del aeropuerto y que acabamos de leer unas páginas antes en Voces, el primer fragmento. Aparecerán más veces. Incluso uno de los textos (Contestación a la abadesa) retrata a ese autor brasileño de extendido prestigio, escondido detrás de una apariencia. Otro reflejo.    

Va cubriendo las páginas una ola densa de actitudes artificiosas e impostadas, de una demoledora incomunicación,  de soledad y falsedad,  de admiración fraudulenta, de vida en las redes, de dobles vidas. Un magma de pura realidad unifica Fama.

A Ebling (Voces), citado más arriba, su vida agrisada le ahogaba, los lazos familiares se encontraban resecos. Cuando se compró el móvil le adjudicaron un número que ya tenía otra persona; mientras duró la coincidencia, le entraban llamadas que no le pertenecían, pero que empezaron a desadormecer sus días de corcho. Durante un tiempo se apropió de la biografía intensa de Ralf Tanner recibiendo y contestando a las llamadas que le dirigían al mundialmente famoso actor. Un cartel de su película última es descubierto por nuestros viajeros al otro lado del Atlántico. Unas llamadas telefónicas han puesto al actor en un compromiso, comentará Elisabeth. Sabemos que Ebling está detrás de ello.

Ralf Tanner (La salida) se da cuenta de que sus comunicaciones telefónicas han desaparecido. Ve con claridad que debajo de la costra que le ha hecho la popularidad hay otro hombre: tantas fotos lo desgastaban, las filmaciones iban construyendo un doble se sí mismo.

La compañera de Leo Richter va recordando que lo había conocido en persona solo unas cuantas semanas antes. Aunque ya había leído relatos suyos, hacía poco el de la doctora Lara Gaspard, y por supuesto el de la anciana canadiense que preparaba un viaje a Suiza a un centro de suicidio asistido. Lara Gaspard tiene mucho -demasiado incluso- de Elisabeth, Richter le ha robado muchos detalles de su vida para construirla.

“De todos mis personajes ella es la más lista.” Se trata de la protagonista de Rosalie va a morir, al que Elisabeth se acaba de referir. La anciana –tía por cierto de Lara Gaspard- que decide buscar el suicidio asistido, cuando un cáncer terminal la debilita. Aquí es el autor quien narra lo difícil que le resultó controlar a Rosalie, que se enfrentaba a él constantemente. Aparte del artificio creador que adivinamos aquí: “la novela dentro de la novela”, reconocemos una fantasía literaria recurrente; el personaje que increpa a su creador, Rosalie le pide a Richter que considere su situación.

Algo más curioso, aparece un personaje al que Leo asegura no haber inventado. Damos un paso más allá en el acto creativo. Por cierto, reaparecerá en el penúltimo de los fragmentos.

Los personajes de Khelmann se codean con los de Richter, que es un personaje a su vez.

El protagonista de Una contribución al debate es un friqui de las redes sociales, un genio de la informática, un asocial; Mollwitz. Trabaja en una central de compañía de móviles. Tiene que viajar, son seis horas y en el tren no hay internet, no sabe si va a poder soportarlo. Ha de acudir a un congreso en representación de su empresa. Durante la cena solitaria se encuentra con Leo Richter, es un fan suyo y sobre todo de Lara Gaspard. Es un fanático que puede llegar a hacer locuras por comunicar con él, pero el otro no está por la labor, harto de tanto perseguidor.

El que tendría que haber ido al congreso era el jefe de Mollwitz, pero estaba ocupado en vivir dos vidas y en una ocultar una detrás de la otra: Como mentí y me morí. Su grupo de trabajo es responsable de haber asignado el mismo número de teléfono a dos usuarios. Nos suena ya esto.

Elisabeth se da cuenta que está viviendo dentro de una de las historia de Leo Richter como Lara Gaspard. Recordamos haberlo visto garabatear unos papeles inspirados en ella: ahora tenemos el resultado. Ella protesta, él le responde: “«Siempre estamos metidos en historias.» Aspiró su cigarrillo, el punto incandescente se iluminó, luego lo bajó y expulsó el humo en el aire caliente. «Historias dentro de historias dentro de historias. ¡Nunca se sabe dónde termina una y empieza otra! La verdad es que fluyen unas en otras. Sólo en los libros están tan nítidamente separadas.»”

 

Añadir nuevo comentario

HTML Restringido

  • Puede alinear imágenes (data-align="center") pero también videos, citas, y demás.
  • No sólo puede subtitular imágenes (data-caption="Text"), sino también videos, blockquotes, y mucho más.

Entradas recientes

Sobre mí

Me siento a gusto entre libros, por eso me decidí a crear esta web. Solo pretendo aquí convertir en palabras ciertas sugerencias que me ofrecen algunos de los libros que leo.