La nieta del señor Linh (2006) - Philippe Claudel
Una sencilla fábula. Pero con esto no quiero infravalorar la breve novela de este autor francés, porque lo más sencillo no siempre es lo más fácil. Al contrario, en el caso de Philippe Claudel creo que ha sabido envolver en sencillez pedazos de humanidad: amistad, sin necesidad de palabras; desarraígo, físico y sentimental; soledad de los que pisan tierra desconocida; sentimiento de culpa.
Es verdad que hay también una dosis algo elevada de sentimentalismo, que sobre todo al final pesa un poco. Pero es un libro que conmueve.
En la novela brilla la relación de dos hombres que desconocen el uno la lengua del otro. Se trata del señor Linh y del señor Bark. El señor Linh llega como refugiado de un país, que se supone asiático, hasta una tierra de acogida del primer mundo, donde vive el señor Bark. Se unen dos soledades en un banco frente a un parque. Uno se ha visto desterrado por una guerra que otros llevaron a su casa; el otro se duele de la pérdida de su mujer y va cada día a sentarse frente al carrusel donde ella trabajaba.
El señor Linh viajaba con una pequeña maleta amarrando lo poco que le quedaba de allí: algunas ropas viejas, un saquito con tierra y una fotografía desvaída. Y apretada contra su corazón, entre sus brazos trae a su nieta de pocas semanas. Los servicios sociales los alojan junto a unos compatriotas con los que solo comparten la lengua. No hay solidaridad entre los desheredados. Para mí, esto constituye una de las notas más dura del libro, construido en general en un tono amable. La novela se alza calada de esperanza, sin reflejar las posibles maldades que pudieran haber sufrido abuelo y nieta. No hay rencor en el señor Linh.
La acogida de los funcionarios en el nuevo país es buena, pero le falta alma. No son los tiempos dorados a los que se refería Don Quijote en su discurso a los cabreros, tiempos en los que no se conocían las palabras tuyo y mío. Alonso Quijano se sintió bien recibido por aquellos hombres que compartieron con él lo que tenían, sin preguntar. Ahora muy probablemente ayudamos a otros países porque tenemos la mala conciencia de que en un pasado nos llevamos lo suyo y les dejamos sin nada. Parece ser el caso aquí.
Aunque hay diferencia, leyendo la novela saltan hasta nosotros las imágenes de otros emigrantes obligados a alejarse de sus raíces que no son bien acogidos en ningún lugar, son los modernos apestados. Pero también vuela nuestra cabeza hacia otros tiempos en los que fuimos emigrantes.
El señor Bark conoció el país del otro, fue allí en una acción de guerra: nunca ha podido perdonarse el dolor que dejó. También fue una víctima de los que pretendían el beneficio del conflicto.
Después de unas semanas, un destino definitivo le está reservado al señor Linh y a su nieta, es un asilo de ancianos aparcados. Está muy lejos del primer albergue, se trata de un nuevo destierro porque lo han separado del territorio que les pertenece a su amigo y a él.
¿Qué va a ser de ellos entonces?