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Consiguió hacerse pasar por un hombre desde joven, llegó a papa, pero el parto le llego en una procesión y todo quedó al descubierto.

La papisa -2010- Donna Woolfolk Cross

¿Existió la Papisa Juana?

Una mujer que consiguió burlar a todos desde su juventud, haciéndose pasar por hombre, y alcanzó la más alta jerarquía de la Iglesia.

Según distintos expertos[1] solo fue una leyenda del siglo XIII. Se cuenta que una joven de origen inglés se hizo pasar por hombre para seguir a su amado. Estando en Roma consiguió entrar en la Jerarquía de la Curia y llegó a ser elegida Papa. Los propios ropajes de tan alta dignidad consiguieron ocultar su embarazo, pero la hora del parto le llegó en un acto público y allí su ardid quedó al descubierto.  

¡Un papa dando a luz en medio de una procesión! Es imposible concebir una imagen más pintoresca.

No es extraño que la autora quedara cautivada con ella y que ese fuera el origen de su novela.

Donna Woolfok asegura en una nota al final del libro que son pocos los que han oído hablar de la Papisa Juana, y que la mayoría piensa que se trata de un personaje inventado. Pero, siguiendo diferentes estudiosos, asegura que hasta el siglo XVII su papado fue conocido y aceptado como verdad. Sin embargo diversas razones llevaron a la Iglesia a borrar sus huellas de los documentos oficiales. Eran tiempos oscuros y no debió resultar difícil hacer desaparecer cualquier vestigio de ella.

Señala argumentos a favor de su verdad, como el de la calle en la que sucedieron los hechos y por la que nunca más volvió a transitar una comitiva oficial. O la famosa tesis de la sedia stercoraria. Un asiento con agujero que se usó durante tiempo y cuya finalidad era comprobar la prueba de la masculinidad del pontífice, examinando sus genitales a través del orificio. El supuesto engaño de Juana justificaría aquel artificio. Es casi seguro que el hueco tenía la simple función de permitir la evacuación.

Es posible que nunca llegue a saberse la verdad de lo que sucedió en el año 855. Por eso he preferido escribir una novela a un estudio histórico. Esto dice la autora en su nota al final de la novela.

Pero si esta historia parece haber impulsado la novela, también lo hizo el dejar constancia y queja de aquellos tiempos difíciles, especialmente para las mujeres. Con pocas excepciones, las mujeres eran tratadas como menores perpetuos, sin derechos legales ni de propiedad. Por ley podían ser golpeadas por sus maridos. La violación era considerada igual que un robo menor. Se desalentaba la educación de las mujeres porque se consideraba que una mujer culta no sólo no era natural, sino que además era peligrosa. Lo leemos en la nota de la autora.

Quiere creer la escritora americana que en toda aquella opacidad mental, alguna mujer consiguió romper las bridas que ahogaban a las féminas y que la historia de la papisa es el reflejo de alguna de aquellas soñadoras.

Donna Woolfolk construye una ficción histórica y combina en el libro las fórmulas de las novelas de formación, de aventuras y sentimental. 

Juana nació un día del terrible invierno de 814. ¿Anticipo de lo que le tocaría vivir? Ese es el inicio. En él se despliega una serie de datos que nos darán la clave para el resto de la historia.

Le costó nacer: —Una niña —dijo él—. Tanto trabajo para nada. Con ese desprecio la recibió su padre. Desde muy pequeña Juana vio el trato desigual para sus hermanos y para ella. Era una pequeña despierta, de su boca nunca se caía el porqué de todo. Tenía verdadero amor al saber. Eran momentos en los que la razón chocaba con la fe. Ella siempre apostaría por la primera.

Tuvo que huir de casa para empezar sus estudios en la catedral de Dorstadt, y ahí la novela vira hacia el relato sentimental; Juana conoce el amor, un amor prohibido, que nunca correrá libre, aunque los obstáculos terminaran por desaparecer. Sin duda ella iba a ser el principal estorbo.

Cuando se plantea el futuro que le espera, que nunca iba a ser el que ella deseaba, enseñando en una escuela catedralicia, un giro en la trama desmonta la vida que llevaba y la única salida que ve es cortarse el pelo y hacerse pasar por su hermano muerto. Terribles circunstancias la separan del hombre que amaba.

Sus vidas trazarán líneas paralelas, él vivirá en una historia de acción y ella en un relato de formación; la vemos crecer en el monasterio al que fue a parar.

Allí se hará imprescindible por su talento y su ingenio; aprende y ayuda a nadar en las adversidades.

Juana y Geroldo son personajes estereotipados, previsibles en muchas de sus actuaciones. Quizás ella en algunos momentos se convierta en un personaje pleno porque la vemos llena de contradicciones personales y religiosas.

La trama va navegando entre la tensión y las pequeñas pausas, que se utilizan por la autora para dibujar con más detalle el momento histórico, centrado sobre todo en la dureza de ser mujer; y en mostrarnos el carácter entregado y empático de Juana.

Y de nuevo la tensión con otro giro, que la lleva del monasterio a Roma.

Un azar muy teñido de inverosimilitud la acercó hasta el papa doliente, por su fama de sanadora.

Allí va a chocar contra la maldad y el engaño, a la vez que con las más altas cumbres del poder religioso, representando una Iglesia nueva y más pura, compasiva con los más pobres.

Las vidas de Geroldo y la suya se cruzarán de nuevo de forma algo artificiosa y sufrirán el enfrentamiento con el antagonista de la novela, Anastasio, representación de la maldad y la trampa para conseguir un propósito.

La escritora norteamericana nos regala un gran cuadro de la época, iluminando más algún rincón.

 

 

[1] Entre ellos Paulina López Pita, profesora titular de Historia Medieval de la UNED.

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