Todo esto te daré (2016) - Dolores Redondo
La novela policiaca de alguna manera podría resarcirnos de los pesares que supone el vivir en ciertos momentos. ¿Podría venir de ahí su enorme expansión y resonancia en otros géneros?
En ocasiones la existencia humana se presenta difícil de descifrar, todas esas muertes absurdas, esos desastres sin contención, aquellos engaños y corruptelas desmedidos.
Es como si tuviéramos ante nosotros fragmentos que intentamos juntar sin conseguirlo; como si pretendieras llevar arena de la playa en un cesto de caña.
Frente a esta eventualidad, el género policiaco combate la dispersión, el caos, los atropellos, los favoristismos que nos desconciertan en las imágenes que vivimos. Porque esta literatura goza de una estructura definida, acabada, donde los elementos que sufren del caos se reordenan al final.
En un esquema muy básico de esta modalidad de ficción después de un delito, un personaje se empeña a fondo y descubre al culpable, que paga por lo que ha hecho.
Algo se rompe y alguien lo repara. Unas veces queda perfecto, otras veces queda tocado.
Hay muchas variantes sobre las bases creadas en el XIX. El mérito del creador se localiza en su deseo de innovar. Con todo, el lector sabe que en el desenlace siempre habrá una salida, cierta satisfacción.
En la vida nos gustaría que las cosas florecieran así, pero corremos lejos de la gratificación final. Esa es la razón por la que la novela policiaca triunfa, porque en esa faceta se aleja de la verdad que nos rodea. En nuestra realidad demasiadas veces los acontecimientos quedan abiertos, y eso produce desasosiego.
El universo de la novela negra es muy amplio. Se ha adaptado a cuantos cambios han surgido y ha sabido digerir las nuevas circunstancias.
Cuando los distintos autores se pusieron a crear variantes esta novela se enseñoreó en el panorama literario.
Y lo mejor es que sigue muy viva porque tiene una gran capacidad proteica, y sobre todo es capaz de generar gran cantidad de preguntas y respuestas.
Todo esto te daré ha supuesto más de 500 páginas de puro entretenimiento, no hay mucho más. Hay mucho de novedoso sobre el esquema básico del género negro. Aquí sigue importando el clásico ¿quién lo mató y por qué?, que señalaba Claudia Piñeiro en una entrevista con Berna González Harbour.
Aquí el presente espacio gallego no tiene mucha presencia, solo algunos rasgos algo manidos y obvios de aquella zona: un mundo atávico, a la vez innovador, creativo, pasto del feísmo, verde, amigable.
No veo tampoco una novela de personajes. Los que aparecen son más bien planos: malos malísimos y buenos buenísimos; fuertes y rompedores frente a débiles continuistas; el poderoso avasallador, el pequeño que resiste, el clásico David contra Goliat.
El detective, elemento clave en el género, aquí es Nogueira, es un profesional muy hábil, sabe cómo dirigir una investigación, conoce el fango. Es un gran fumador, como los grandes clásicos. Como muchos de ellos vive atormentado Tiene prejuicios homófobos, que se van diluyendo según va tratando a Manuel. Quizás va transformándose demasiado rápido, no es muy verosímil. En la vida las cosas no se producen de forma tan rápida y sencilla. Pero cuánto nos gustaría que algunas mudanzas fueran veloces y, sobre todo, efectivas.
Las personas necesitamos mitos a los que aferrarnos para sobrevivir en este entorno inestable; el policía, elemento esencial del género negro, empeñado en revelar la verdad y desenterrar lo podrido es el modelo perfecto.
Manuel recibe la noticia terrible de la muerte de su marido en La Ribeira Sacra. Consternación y sorpresa se aúnan en él, porque sabía a su esposo de viaje, pero en Barcelona. Acude a Galicia ya allí descubre a un Álvaro que desconocía, allí averiguará también mucho sobre sí mismo.
La forense ha hecho ver que tienen entre manos un asesinato. Como al inspector, recién jubilado, ya no le corresponde realizar el trabajo, convirtió entonces a Manuel en su investigador vicario. El marido de Álvaro seguiría las órdenes del antiguo detective y se dedicaría a indagar, olisquear, preguntar hasta llegar a la verdad.
Dolores Redondo no quiere saber la verdad de su mundo, de nuestro mundo; ella crea una verdad cómoda para todos, donde triunfa el bien. Esta vez la reparación será completa.
Así la novela negra se ha hecho un cobijo frente al mundo desordenado e incomprensible.