Virtudes (y misterios) -2020- Xesús Fraga
“Empecé a escribir en busca de respuestas y acabo sin ellas. Los misterios permanecen, a los que ahora se les añade un agudo sentido de la melancolía, el resultado más tangible que trae consigo la búsqueda del tiempo perdido.”
Esto leemos en la última página del libro.
En una entrevista Xesús Fraga clasificaba su texto como novela sin ficción. Se ha sumergido en las historias de su familia, y con la escritura como cincel, ha tratado de levantar verdades que se resisten. Lo hace siempre desde el sosiego, rehúye las asperezas, que sin duda debió conocer.
“El hecho de crecer implica, entre otras cosas, cuestionarse esa narración, que a modo de mito fundacional, todas las familias le transmiten a la siguiente generación para situarlos en el mundo.”
Xesús Fraga comparte en su libro fotos familiares, fotos que difícilmente constituyen una respuesta porque solo encierran un instante, poco se sabe de las circunstancias que precedieron ese tiempo congelado, poco podemos saber de lo que vino después. Ante una imagen típica de grupo de clase, el autor se pregunta qué pudo reservar el destino a aquellos niños con los que él compartía colegio; la decisión de sus padres de volver a Galicia, lo separó definitivamente de ellos.
La magia de los retratos en papel.
Divide el texto en seis zonas, los espacios en los que la familia hormigueó. La crónica de la emigración en Galicia se entrelaza en estos recuerdos, en dos brazos hacia Europa y hacia América. La historia erudita se filtra desde este relato a ras de la vida.
Virtudes, la abuela, tuvo que viajar a Londres para ganarse la vida en 1961; se vio lanzada por las circunstancias, Marcelino, su marido, se había embarcado hacia Venezuela años antes y se había apartado de sus tres hijas y de su mujer (y misterios).
“Cuando la abuela se enfadaba se le encendía un brillo de fiereza en los ojos y apretaba los dientes en un gesto de severidad que le tiraba del mentón hacia arriba y le tensaba las arrugas. […] te miraba desde abajo, desde la altura mínima de sus piernas arqueadas, en un contrapicado que, lejos de restarle autoridad, anunciaba el inminente estallido de su indignación. […] -¡Estás wrong!”
Así empieza el libro, con el arrollador retrato de esta mujer pequeña, entregada y generosa, que se había echado a la espalda a toda su familia. Es reflejo de muchas mujeres en España y en todo el mundo. Tenía 27 años y tres hijas cuando tomó por primera vez el barco hacia Reino Unido. Atrás quedaba la fantasiosa partida del esposo, anhelando encontrar la riqueza del otro lado del mar y deseando, más, exhibirla ante todos tras una vuelta venturosa.
Virtudes enfiló el camino de la emigración abrumada por su incapacidad para sustentar a sus hijas, a pesar de que multiplicara sus trabajos, siempre eventuales y precarios. Un día supo por una vecina que existía la posibilidad de trabajar en Londres. No se lo pensó, dejó a las niñas con su madre y encaró el nuevo destino.
Su lengua, en ese ¡Estás wrong!, mezcla de español e inglés –el gallego en esos años contaba poco-, simbolizaba la fusión entre dos espacios, el Betanzos natal y la gran metrópolis desconocida. Virtudes era pura determinación y llegaría un momento en que tendría aquella ciudad bajo su zapato: “La abuela se movía por el callejero de Londres con la misma soltura con la que había recorrido las «corredoiras» entre Xanrozo y Betanzos […].”
Los emigrantes crean su propia lengua. En realidad estas combinaciones representan meros obstáculos en el proceso de aprendizaje del nuevo medio de expresión, que te lleva a meter, antes de dominarla aceptablemente, términos del otro idioma entre tus palabras.
Quiero ver una metáfora del mestizaje cultural y humano que esa emigración conlleva.
Cuando la abuela se vio como “casada sin marido” y optó por marcharse hasta la capital inglesa, sembró una mata que nunca dejó de crecer, sus ramas envolvieron a toda la familia.
“La marcha del abuelo se mantiene, sin duda, como la acción singular más importante de todas las que emprendió en vida. Fue un acto que la transformó por completo y, por extensión, también la de la mujer y las de las hijas, incluso la mía y las de mis primas: tres generaciones marcadas por una elección que, como una bomba de efecto retardado, siguió explotando por sorpresa en estallidos de mayor o menor intensidad que aún hoy nos estremecen o conmueven.”
Nuestra existencia depende muchas veces de sutilezas, que se van asentando junto a nosotros sin que apenas tomemos parte en ello.
La hija mayor viajó con ella a los 18 años y esa fue la causa por la que el autor, su hijo, iba a nacer allí. Desde Londres llegaba todo lo que las hijas y la casa gallega podrían necesitar. Desde Londres caía también cierto oprobio sobre las emigradas, que sus vecinos consideraban inferiores. Los que siguieron aquí experimentaban cierto orgullo por sobrevivir sin tener que rebajarse al viaje de trabajo. Amparados en un nacionalismo pequeño, pensaban además que nada podía superar su pueblo.
Esa hija mayor descubrió otras maneras de ver el mundo gracias a su vida londinense, su destino era trabajar para ayudar a sus hermanas, pero también conoció otras diversidades culturales y humanas.
La emigración, o la inmigración, intercambio enriquecedor.
La abuela que conoció Xesús era “firme”, “recia”, “perseverante” y “tenaz”. No podía imaginarla “quebrada”. Le pidió al marido que se reuniera con ella en Londres. Siempre tuvo en la cabeza reunir a la familia. En cuanto su hija mayor hizo 18 años, se la llevó con ella. Representaba la figura de la gran matriarca, el nudo de ese grupo.
Él cuenta aquello desde su presente, cuando ya conocía lo que habría de suceder después. En él convergen y en él se diluyen todos aquellos eventos.