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Qué pequeña se ve la vida desde la vejez.

Élisa -2003- Jacques Chauviré

Jacques Ivan, protagonista en el que se refleja el propio autor, va derramando su propio enfoque de aquellos meses significados de su infancia, en los que Élisa se le pegó al alma, y también a la piel.  

“Entre la más tierna infancia y la muerte de quienes hemos amado discurre la vida. Poca cosa, en resumidas cuentas.”

Encabezado por esta cita, viene después una especie de epílogo de muy pocas páginas, donde Jacques nos habla desde el mirador de su vejez.

En esta breve novela Jacques Chauviré marca el punto de inicio de la vida del pequeño «Vanvan» y el punto de arribo. En medio deja un enorme hueco, apenas relleno con unos datos raquíticos. La vida le voló por encima como un soplo. La vida nos vuela a todos como un soplo.

Infancia y vejez condensan para él un largo recorrido por este mundo, porque ambas han quedado atadas con la fuerza de los sentimientos.

………………….

“Élisa llegó una mañana de principios de otoño. Yo tenía cinco años.” Con ella empezó a sentir la vida, a saberse dueño de una identidad definida. Amparado en ella despegó para enfrentar la realidad.

Élisa tenía 18, según había dicho su madre. Venía a ayudar en las tareas domésticas en casa de la abuela. Allí se instalarían, durante unos pocos meses, su madre, su hermano mayor y él, tras la muerte de su padre en la Primera Guerra Mundial.

“Yo, receloso, frío, indiferente en apariencia, escudriñaba a aquella joven.” Así recuerda sus primeras impresiones de la muchacha. Receloso, frío e indiferente en apariencia se encontraba también ante el reto que suponía crecer; iniciar el camino hacia la adolescencia, primero, y la edad adulta, después.

Todos los que le rodeaban parecían estar demasiado ocupados en sus propios días. La abuela era una mujer recia, poco amigable para entretenerse en zalamerías; su hermano o el de la propia Élisa, con apenas unos pocos años más que él, le reprochaban ser un crío pequeño que no estaba a la altura de sus sesudas vivencias; su madre estaba consumida por el dolor de su viudez, por conseguir que el cuerpo de su marido descansara en el cementerio local; su tío, cuando les visitaba, o su abuelo tampoco se adaptaban a las demandas de Jacques.

Solo Élisa estaba dispuesta a acompañarle, a franquearle el camino para desenvolverse por sus propios medios; una marcha que comenzaba ahora.

La infancia se convierte en territorio hostil para este niño rodeado de adultos, sobre todo mujeres. Son momentos duros en aquella Francia de 1920, no hay otros niños, no juega apenas. Solo está Élisa, se agarra a ella para no caer en la dura cuesta que tiene por delante, y que es crecer. Con el natural egoísmo infantil, Jacques busca refugio en el roce de su piel.

Muchos años después, con unas palabras serenas y claras, repletas de sensualidad, Jacques Chauviré nos va llevando a través de este viaje iniciático que está tanteando el pequeño Jacques.

El desenlace de la novela nos va a mostrar el final de ese periplo que comenzó con Élisa, y que acabará en salida sorpresiva.

 

 

Comentarios

¡Qué ganas de leerla!; bueno como siempre, ¡lo cuentas tan bien! ¿La tienes on line?

Ángel García (no verificado)

Mar, 25/06/2024 - 15:44

En respuesta a por María Jesús López (no verificado)

Gracias por la reseña. Da gusto leerte y da gusto ver cómo nos pones delante un caramelo apetecible que degustar.

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