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Hundir la pluma en verdades que nadie quería ver. Temáticas complicadas que todavía arrastramos hoy.

La inquilina de Wildfell hall -1848- Anne Brontë

Anne Brontë  plantó un dedo crítico sobre la vida de las mujeres de buena familia, en la Inglaterra de mediados del XIX, sujetas a pautas que les amortizaban la vida.

Da voz a una mujer que sufre malos tratos en su casa y decide desenredarse de ellos con sus propios medios, porque sabía que la norma obligaba a familia y amigos a sugerir solo resignación.

Un tema viejo que, de alguna manera, todavía arrastramos hoy.

La inquilina de Wildfell Hall tuvo una gran acogida cuando se publicó. La primera edición se vendió en solo unas pocas semanas, sin embargo las críticas devastadoras devoraron esos primeros triunfos y la novela se apagó hasta muchos años después.

La causa fue quizás que aquellos temas tratados herían la sensibilidad de los que pretendían su inexistencia, aunque sabían que se alojaban en algunas de sus lindas mansiones.

La autora no quiso callar ante aquellas opiniones desfavorables y redactó un prefacio, muy revelador, para la segunda edición.

Empieza moderada, aunque también combativa. Poco merecedora de las alabanzas que la obra recibió, tampoco veía razón para las duras críticas lanzadas. Sentía la necesidad de aclarar algunas circunstancias que rodeaban su escrito. Nada parecía amedrentar a esta mujer.

Su objetivo al concebir el texto fue ir más allá del puro entretenimiento o agrado para prensa y público, “deseaba decir la verdad”, y conocía que el camino no era fácil. Nadie iba a valorar su esfuerzo por llegar hasta el fondo en la ruindad social, nadie iba a valorar que se envolviera en fango para encontrar la certeza.  

Es humilde y asegura que no es nadie para “enmendar los errores y abusos de la sociedad”, pero sí se siente fuerte para defender su derecho a contar lo que se sufría más allá de aquellos bellos ventanales. Le reprochaban un contenido “brutal y grosero”, pero prefería pintar las cosas como eran para ayudar a hombres y a mujeres a tomar el camino recto. Solo con que uno se diera cuenta, ya se daba por satisfecha. Pide perdón a quien pudiera sentirse herido con su relato crudo, aunque cierto; insiste.  Persigue solo el beneficio de quien pudiera caer en la sima, todo con la ayuda de Dios.

Se refiere también a los acertijos planteados sobre si es escritor o escritora quien publica, es indiferente si de verdad el libro es bueno. Todas las novelas están destinadas a la lectura de hombres y mujeres. […] y no puedo concebir que un hombre se permita escribir algo que sea realmente vergonzoso para una mujer, o que una mujer sea censurada por escribir algo que sea conveniente y adecuado para un hombre.” Así lo termina.

Sí se puede adivinar aquí un germen de feminismo, Anne Brontë ataca el hecho de que su protagonista se vea sometida por ley a la voluntad de su marido, y eso solo puede significar que se halla a favor de eliminar cualquier forma de discriminación o violencia contra las mujeres.

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Envolviendo un relato amoroso, la autora creó un texto realista, sembrado de reivindicaciones, con una clara recriminación a hombres y a mujeres por el inmovilismo en que se mantenían.

La novela comienza con la llegada, a la pequeña comunidad del condado de Yorkshire, de una enigmática mujer que viene a instalarse a Wildfell Hall, una mansión  casi abandonada; junto a su hijo de pocos años y una criada.

La desconocida destapa la curiosidad del vecindario. Las habladurías crecen, templando el aburrimiento sobre todo de las mujeres, que vegetan a la espera de un marido, que en la mayoría de los casos ellas no habrán elegido.

La recién llegada, Helen Graham, se muestra escurridiza, aunque amable. Huye de algo o de alguien.

A través del niño, se estrechan los lazos entre Helen y Gilbert Markham, que pronto se convertirá en su más rendido enamorado.

Él es un chico rudo, inocente e impulsivo; a veces demasiado. Con una vida predeterminada: ocuparse de las tierras y algún día casarse con alguien cercano. Pero todo se trastoca con la presencia de esta mujer, madura e independiente, que iba más allá de los comentarios insulsos, a los que estaba habituado.

Ella se ve obligada a poner distancia sentimental entre los dos, y como explicación le ofrece el diario que refleja lo que ha vivido antes de conocerlo.

Aquí conviene detenerse para referir la estructura de la novela: una larga carta que Gilbert dirige a su amigo y cuñado. Para preservar la verosimilitud de una carta tan extremadamente detallada, Anne Brontë le hará decir que va a seguir de cerca su dietario sobre las experiencias vividas desde la llegada de Helen.

Una parte trascendental de la carta, que es la novela, lleva incluida la transcripción del diario que Helen le confió.

Cuando ya conocemos a través de la confesión femenina las terribles causas que la alejaron de su vida anterior, sigue el texto con el resto de la carta al amigo, que ya nos lleva al desenlace, previsible. Es un relato in media res.

Los hechos se presentan en la novela como las dos visiones de los protagonistas, que se complementan. Él es responsable de reflejar aquel mundo desde fuera; ella muestra lo interno, lo que nadie quería ver. Unos temas innovadores desde el alcoholismo hasta el maltrato doméstico; dejando constancia de la enorme distancia que separaba el mundo femenino del masculino, con todos los componentes negativos que esto podía causar; con mujeres sometidas a la autoridad de sus mayores y de la iglesia, serviles con sus esposos. Y lo peor de todo es que mucha parte de la responsabilidad correspondía a las madres de familia, que educaban en la continuidad.

La gran creación de Anne Brontë resultan ser sus personajes, desde los principales a los secundarios. La mayoría contenidos  en su expresión y en sus sentimientos.

El ritmo se instala algo lento en general, con una sintaxis demorada, con reflexiones prolongadas y largas descripciones. Pero la autora controla la narración y también sabe dosificar diálogos y acción. Según nos acercamos al final siembra lo escrito con datos escurridizos que lo hacen todo más inesperado y sugerente. También va dosificando la información de la manera más acertada, engarzando los datos como si fuera una orfebre.

Anne Brontë se siente atrapada como lo estaban estas mujeres. La vida bullía en otros espacios, pero ellas están todas como estabuladas.

 

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