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En la primera parte del libro Lemaitre sabe montar un espacio asfixiante, después no hay más que humo.

Vestido de novia -2014- Pierre Lemaitre

Pierre Lemaitre empuja el texto de su novela por el carril del thriller. Aplica las reglas del género con solvencia, aunque no siempre se empeñe en el pulido necesario para alcanzar un resultado perfecto.

Se asemeja a un cocinero que tiene receta con todas las pautas, pero al que le falta la brillantez para crear un plato original, un plato único;  porque algún ingrediente era poco adecuado, porque alguna etapa en la elaboración presentó una mella.

El libro se divide en cuatro partes. La primera se encuentra llena de magnetismo: Sophie se titula. Es el nombre de la protagonista. Es la cuidadora de Paul, el pequeño de una familia acomodada. Algunas noches se queda a dormir en la casa, cuando los padres se ven obligados a ausentarse. En una de esas ocasiones, por la mañana se encuentra al niño estrangulado bajo las mantas. Si la puerta de la casa está cerrada por dentro, solo ella ha podido ser la asesina. Espantada ante la evidencia, huye. Inicia una carrera enajenada y decidida en la que tropezará con varias muertes más.

Está sentada en el suelo, con la espalda contra la pared y las piernas estiradas, jadeante. Léo está pegado a ella, inmóvil, y tiene su cabeza en el regazo. Así se abre la novela, y está en cursiva. ¿A qué se debe esta modalidad en la escritura? Quizás revele un sueño o evidencie una alucinación. Podría ser la consecuencia de unos hechos de mal presagio, que se aclararán después. Podría ser un encierro despiadado. Es aún demasiado pronto para saber nada, aún nos quedan muchos giros en la trama.

Consigue emplazarte en una experiencia inquietante.

Sophie antes de descubrir el horror en la pequeña cama del niño, se había despertado llorando, no había causa clara para el llanto, pero había lágrimas cada noche desde que estaba loca. Lo confiesa ella misma.

Esta primera parte es la más sugerente. Resulta un borbotón de información que parece descansar por momentos en la irrealidad e incluso en lo onírico y alucinatorio.

Te tambaleas sobre ello.

Un texto asfixiante nos aplasta: ¿quién puede ser esta mujer, esta asesina que se nos escabulle? Un ordenamiento temporal in media res es el adecuado para esta tensión psicológica.

La segunda parte, va encabezada por el nombre del antagonista, Frantz. Se presenta en forma de diario, el de un acosador. Aquí la novela baja muchos puntos. Se precipita en un producto tópico. Un rosario de situaciones de hostigamiento en busca de venganza. Demasiadas. Las primeras te sorprenden, pero cuando la lista se alarga, nos cubre el tedio. Tan fáciles de inventar como difíciles de hacer verosímiles.

Cuando conoces la causa, te das cuenta que no existe proporcionalidad entre tanta inquina y el origen que la provocó.

En la primera entrada de su largo y prolijo dietario, Frantz comienza por dejar caer algún toque de misoginia, que se nos hace clave de su personalidad, o de parte de ella. Vendrá luego la traumática muerte de la madre. Todo poco elaborado.

En la primera parte del libro Lemaitre crea un universo sofocante y en la segunda baja la guardia y presenta un catálogo fácil para un manual de acorralamiento.

Los dos últimos fragmentos, más breves, pasan por circunstancias rocambolescas, llenas, es verdad, de ritmo acelerado; una tensión muy bien creada.

En Vestido de novia brillan algunos giros sorprendentes que desbaratan al lector y lo alborozan; brilla también la creación del personaje de Sophie, protagonista absoluta de la primera parte; resplandecen el suspense y la intriga constantes. En algunos momentos la trama se hace vibrante y te arrastra.  

Pero el texto se oscurece ya en la segunda parte con esa sucesión tediosa y redundante de acciones encaminadas a ese ajuste de cuentas por motivos poco convincentes. Se oscurece también con un eco tópico de Dachau y la huella intensa y destructiva que dejó en una niña;  se ennegrece con elementos poco verosímiles, pero que facilitan el desarrollo argumental, como unos informes psiquiátricos confidenciales amontonados en un garaje, o ese padre modélico y entregado. Se opaca con ese final aparentemente bien cosido, pero con un hilo deficiente.

El título juega de forma habilidosa con el término “vestido”, ¿sustantivo o participio pasado del verbo vestir? En francés se hace aún más evidente el ingenio en la designación de la novela. Hay que leer hasta el final para saber.

Comentarios

Primero: siempre me ha interesado la línea finísima que separa, a veces, lo que vivimos como real de lo irreal. Me ha entusiasmado la manera en que la reseña transmite esa tensión de la primera parte del libro. Bueno, que da gusto leerte. Segundo: cuando comentas sobre la segunda parte, que los hechos que recopila Frantz son "tan fáciles de inventar como difíciles de hacer verosímiles", me has hecho pensar en lo aburrido que siempre me ha parecido en literatura (o cine, series, o cualquier arte que pretenda ser narrativo) aquello que no tiene un mínimo punto de anclaje en lo verosímil. Gracias por hacer interesante un libro a pesar de que no se contemple como una maravilla.

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