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Ahí tienes unos hechos, ahora búscales las causas.

Nos quieren muertos -2023- Javier Moro

Cuando hace unos días se supo que el líder opositor venezolano Edmundo González Urrutia había pedido asilo político en España, pensé enseguida en una de mis últimas lecturas: Nos quieren muertos.

En esta novela Javier Moro se refiere a otro conocido exiliado de aquel país, se trata de Leopoldo López, dirigente de un partido opositor, que sufrió una injusta pena de prisión y que, tras huir a través de Colombia, llegó a Madrid en octubre del 2020.

Esta lectura no te deja indiferente. Ante los hechos desplegados, cada lector va desgajando sus conclusiones.

Leonardo López, protagonista de la novela, es un personaje trágico: “—La historia te ha colocado en primera línea... Coño, hermano, te tocó.” Le dice un compañero de partido.

Fue víctima del gobierno; pero también padeció a aquellos que, bienintencionados, se acercaron demasiado para convertirse en sus salvadores; sufrió a los que llegaron a convertir su causa en ataque contra el oponente político; y lamentó la indiferencia de otros mandatarios opositores que creía cercanos.

Aunque Leopoldo López no tenía que haber entrado en prisión, allí lo había llevado su actividad política. Este es el nudo literario que Javier Moro completa con el dibujo de la difícil situación política y social en Venezuela y con pasajes de la vida personal de López y sus allegados. El país queda mejor retratado que la familia, convertida en una réplica de las, nada verosímiles, del cine de Hollywood.

Javier Moro con estos apuntes domésticos-sentimentales, irrelevantes, compromete en cierta medida la profundidad de la historia. ¿Qué pensar de ese gavilán agradecido que vuelve a visitarlo a la celda precisamente la víspera de conocerse su sentencia?

Los personajes de Lilian Tintori y de Leopoldo López están bien creados, pero les sobra un poco de excelencia, aunque es cierto que tienen fisuras y oscilaciones que le dan profundidad.

La obra partió de horas de entrevistas con los implicados en el duro drama, y deja retratados a muchos personajes reales. Moro se confiesa simple intermediario, la voz es la de ellos, asegura. Sin embargo es algo más que mediador, se implica. Él asegura que había que contar la verdad, pero ya sabemos que la verdad se multiplica por cada uno de nosotros.

Leopoldo o Lilian nunca fueron ajenos a la escritura de la novela. Quizás tampoco le gustaba al político esos apuntes personales, que podrían desviar la atención del meollo narrativo, pero sin duda la obra iba a ayudar a mantener viva su causa: el intento de invalidar su fuerza política con un encierro manipulado.

El libro está dividido en tres partes, una primera y la tercera, más breves, enmarcan la referida a su tiempo en prisión. Esta es la de mayor peso porque lo que el autor de la novela desea contar es la tropelía padecida por este hombre.

“Quizás Lilian Tintori presentía que su vida estaba a punto de dar un vuelco, que ya nunca sería la misma. O, quizás, era simplemente el miedo. Pero la mañana del 12 de febrero del 2014 se despertó inquieta en su casa del barrio acomodado de Los Palos Grandes, donde vivía con su marido y sus dos hijos pequeños.” Este tono de thriller abre el libro. La narración se desarrolla con mano diestra.

La desdicha visita a esta familia el 12 de febrero de 2014. La mañana de ese día los colaboradores de su marido se reunieron en la casa, antes de La Salida, una invitación a la ciudadanía por parte de la oposición para manifestarse y reclamar “la liberación de unos estudiantes detenidos en las protestas del mes anterior”. Pero presentían que la gente saldría a protestar también contra el desabastecimiento de bienes esenciales, la inflación y la creciente pobreza; o contra “esas bandas paramilitares que formaban parte de la estructura del Gobierno, o contra el robo de veinticinco mil millones de dólares perpetrado por los jerarcas del régimen, como había denunciado Leopoldo en el vídeo que grabó para la convocatoria.”

En el transcurso de la movilización se producen unas muertes y Leonardo López es acusado de instigarlas. Ahí empieza su calvario. Cuando se sabe perseguido, primero se esconde, pero finalmente decide entregarse. Su mujer no podía estar de acuerdo, veía el peligro; le pidió que huyeran, podrían haberlo hecho, incluso con ayuda institucional, pero él se debía a Venezuela.

Su estremecedor paso por la cárcel es el grueso del libro, un hombre, y una familia, aplastados por el terrible peso de los comportamientos arbitrarios. Desde el primer momento en aquel espacio mínimo se vería obligado a sobrevivir sacando fuerza de dentro de sí mismo. Javier Moro narra muy bien las vivencias ignominiosas del que se sabe inocente y pequeño frente al poder que arrasa.

Con su entrada en prisión empieza también la lucha de su familia, pero sobre todo de su mujer, que se convierte en su voz política y se entrega a la cauda de su liberación. Había que mantener viva su palabra, construida durante años, siguiendo la ruta de sus ilustres antepasados. Liana Tintori y su suegra viajan por todo el mundo para visitar a estadistas internacionales, incluso al papa, y sensibilizarlos con el trato abusivo que está soportando su marido. Cada encuentro se traducía en una suspensión de visita o en el empeoramiento de las condiciones del preso.

Y aquí una pregunta ingenua, ¿cómo es posible que los diferentes países no pongan todo su empeño en hacer más eficaces los organismos internacionales, creados para frenar los comportamientos abusivos de los que son testigos?

Apena la situación del político y del país, al que el petróleo le dio tanto como le arrebató.  Duele también la confesión de la madre de uno de los asesinados, que asegura que no habrá justicia para su hijo. Un lamento que sabemos que podría extenderse hoy por demasiados lugares.

El autor no oculta su ideología antichavista, su prólogo es toda una declaración de principios. Si uno sigue leyendo, será su responsabilidad.

¿Qué puede llevar a un funcionario a degollar a dos periquitos, única compañía de un prisionero? ¿Sadismo? No siempre, la mayoría de las veces es obedecer al que te proporciona con una paga el bienestar del que nunca disfrutaste. En la realidad no abundan los héroes.

Muchas veces parece que no hay más salida que el cinismo.

Comentarios

Gracias por la reseña. Difícil asunto el de Venezuela, creo que heterogéneo, múltiple, compuesto de mil matices, muy complejo. Y esa complejidad es la que me hace querer leer la novela para poder salir de la perplejidad, el desconcierto y la confusión a la que me lleva la situación de ese país. Comprender, eso es lo que me gustaría que me ofreciera la novela.

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