Marrón (2022) - Rocío Quillahuaman
Escrito desde la rabia y la complacencia. Rabia de la que vino en familia para buscar un lugar mejor donde vivir; complacencia de la que lo ha encontrado, aunque no se lo pusieran fácil.
Dos fotos. La de la portada, una niña con piel oscura nos mira seria, unos grandes ojos negros que inquieren. Lleva puesto un vistoso traje típico de allá, Perú. En una de las primeras páginas del libro, la segunda foto, aquí, en Barcelona, una joven con gafas, la misma piel oscura, nos mira con sonrisa amplia sosteniendo entre sus brazos a su perrito blanco, como un peluche.
Este libro contiene las memorias de una joven nacida en 1994, que llegó a España desde Lima, con su madre y sus dos hermanas, a los once años.
El prólogo cuenta con un título revelador: “Tres años en el infierno por una buena causa”. Le costó mucho escribir estas páginas, tuvo que escarbar en territorios íntimos. Explica por qué lo hizo, quería servir de referente a alguna pequeña emigrante, ya que cuando ella llegó no contaba con un relato al que atarse para aprender a vivir con las nuevas circunstancias que le tocaron, donde todas las películas, series y libros tenían como protagonistas a blancos, que no la representaban.
Es la dura vida de una adolescente que en todo lugar será la diferente. Hasta que no ha sido mayor no ha encontrado voces con las que se identificaba.
Le hubiera gustado tener a alguien que le dijera que un día iba a encontrar su lugar. Así se lo explica a María Fernanda Ampuero en una entrevista en El País.
En ese preámbulo se define con negaciones: “no me considero limeña […] no me siento barcelonina […] no soy ni ilustradora ni animadora […] no puedo estar más lejos de lo que sea que signifique ser escritora”.
A su edad la vida está por hacer.
En los distintos capítulos del libro Rocío Quillahuaman va navegando entre dos universos, allá y acá. No es un relato cronológico, es una narración que salta de momentos en Lima a momentos en Barcelona; se mezclan, porque a Rocío le ha costado encontrar un asidero donde afiliarse. Siempre se encontraba fuera de lugar, por lo tanto este ir y venir del propio texto se convierte en una imagen de su realidad.
Le confiesa a María Fernanda Ampuero que este es el libro que le hubiera gustado encontrar en aquellas bibliotecas donde se refugiaba, cuando la trajeron a Barcelona. Entonces nadie le explicó nada; por qué razón salían de su país de origen, cómo viviría, qué iba a encontrarse.
El título del primer capítulo, “Winnie the Pooh”, te invita a pensar en candor, y cuando lees comprendes el error. Hay más una mezcla de humor, resentimiento, ternura y reflexión.
Este tono será el que luzca en toda la obra.
Las madres del colegio limeño, cuando supieron que dejaba Perú, quisieron obsequiarla con un enorme peluche, que representaba a este oso entusiasta de la miel, ingenuo, lento y amigable; por el que ella no sentía ningún apego. Tuvo que sufrirlo durante el largo vuelo, no sabía cómo agarrarlo, dónde ubicarlo. Ni siquiera podía usarlo de almohadón porque no era suave. Al llegar al aeropuerto catalán se lo acuchillaron para ver si transportaba algo dentro. Lo destriparon, le saltaron un ojo, pero no le pidieron disculpas. Era una niña de 11 años. Así la recibió su nuevo país.
Escribe desde la edad adulta, es una reconocida ilustradora que crea contenido en formato imagen y vídeos. Escribir le ha resultado duro, pero también la ha ayudado a crecer, a encontrar una nueva persona, fusión de lo peruano y de lo español.
Que el libro esté escrito desde el acomodo no le quita fuerza al racismo que denuncia, al racismo que nos avergüenza. Cuando lo termina, se encuentra con fuerza para mirar a los ojos a los españoles que encontró aquí.
La música serpentea entre las historias de este libro, que retrata músicos y estilos que acompañaron a la niña y a la joven Rocío en su vivir en Lima y en Barcelona.
El libro nos habla de muchos racismos. El que la madre de la ilustradora sentía en su país, el que pretendía coser en el cerebro de sus hijas. Suponía el desprecio a las raíces, lo que le habían inoculado desde las deslumbrantes casas peruanas donde trabajó primero. Un racismo que se asienta en la desinformación.
“Mi madre no quería que tuviéramos la vida que ella tuvo, no quería enseñarnos a hablar quechua, su idioma natal, no quería que limpiásemos casas como ella, no quería que vistiésemos como la gente de nuestro barrio o que comprásemos en los establecimientos en los que ellos compraban sus cosas. Quería huir de todo eso porque quería más para nosotras, quería algo que se le había prometido que tendríamos si se aferraba a esos prejuicios, si aspiraba a ser como los pitucos, se rechazaba a sí misma. Y esa promesa no era más que racismo y clasismo disfrazado de esperanza.”
Su madre quería lo mejor para sus tres hijas, ella pensaba que eso pasaba por olvidar lo de allí. Por eso Rocío, obediente, en el instituto se acercó a las chicas catalanas y evitó a los latinos, aunque sentía la cercanía del acento y de los ritmos que escuchaban.
El libro se refiere también al racismo que una persona racializada sufre al dejar su país para instalarse en España. Aunque haya emigrantes latinos en todas partes, y sobre todo cuidándonos con respeto, pocas veces los vemos en algunos espacios, virtuales o no, todavía exclusivos de otros.
“Mi madre, mis hermanas y yo llevamos varios años evitando enfrentarnos a ciertas cosas que hemos escondido bajo la alfombra y escribir este libro ha hecho que tenga que enfrentarme a todo ese pasado yo sola.” COMO TANTOS.
Cuando se escribe sobre uno mismo, a veces cuesta llegar hasta el fondo, sobre todo si personas que quieres se pueden sentir incómodos; en ese caso el lector debe interpretar.
Marrón